Adolfo Estai, de sereno a profesor

El ex funcionario de la UACh narra lo que ha sido la historia de su vida, llenas de metas y sueños por cumplir que se vieron truncados desde muy niño, pero que con el pasar de los años llegaron a ser realidad.
Recalca que todo se puede lograr, siempre y cuando las ganas y el ímpetu de hacer bien las cosas estén presentes.


Cuando Adolfo Estai ingresó a trabajar de nochero en la Facultad de Agronomía de la Universidad Austral de Chile, jamás imaginó que estaba tomando una de las decisiones más importantes de su vida. De naturaleza sencilla, pero siempre muy empeñoso como el mismo se define, comenta que su padre se sacrificaba mucho para darle una vida digna a él y sus 3 hermanos, claro que el dinero no era abundante y muchas veces escaseaba.

Aquellos años de su infancia no fueron fáciles, a los 12 tuvo que abandonar sus estudios para empezar a trabajar en una zapatería, mientras, con un poco de añoranza comenta que veía regularmente pasar a los niños uniformados, aspecto ya ajeno a esas alturas de su vida. "Recuerdo que empecé a trabajar en la Zapatería Rudloff, en ese tiempo no existían las regulaciones como las hay ahora, por lo que lo hacía tal cual un adulto, con imposiciones y todo", explica Estai.
El tiempo transcurría y Adolfo seguía ligado al rubro de los calzados, sin embargo el fatídico terremoto del '60 arrasaría por completo con la Fábrica Weiss, su lugar de trabajo por ese entonces. Un hecho, que como él recuerda, cambiaría su vida: "yo tenía una amiga que su papá
era profesor de Agronomía acá en la UACh. La cosa es que por intermedio de ella me llamaron y así ingresé el año 1961 a laborar de sereno, lo que sería mi primera aproximación con la casa de estudios".

A pesar de su calidad de nochero, enfatiza que desde su llegada le llamó mucho la atención un laboratorio, y que de a poco se fue interesando más en la materia, al punto de hacer un cambio con otro auxiliar para quedarse él a cargo de éste, una especie de amor a primera vista: "así comencé en el laboratorio de semillas y desde un principio me gustó todo lo que ahí había desde los más mínimos detalles. De a poco me fui metiendo cada vez más y más en el asunto, hasta llegar a comprender bien las cosas que se vivían en mi lugar de trabajo".

Claro que el empeño por superarse no se durmió ahí, y en su interior, Estai recalca que tenía una deuda pendiente consigo mismo. Fue así como cerca de los 30 años retomó sus estudios en el Liceo de hombres. "Entrar a la "U" era casi un imposible, pero al menos tenía la idea de
terminar mi enseñanza media. Estudiaba de noche y a pesar de lo difícil que podría haberse visto el panorama, ya que también tenía que trabajar y atender a mi familia, para mí resultó todo lo contrario. Lo único que quería era poder superarme, y así se fueron dando las cosas".
El siguiente paso era mayor, rendir la extinta PAA. Todo se complicaba, ya que por ese entonces la meta primordial era su trabajo, y sin mayor preparación, excepto la del Liceo, rindió el examen. Y si el mismísimo Albert Einstein dijo una vez que en ciertas ocasiones "la imaginación es más importante que el conocimiento", pues don Adolfo es prueba viviente de aquello: "Yo ni siquiera sabía medir los ángulos, imagínate que cuando tenía que contestar los medía con una tarjeta, no
tenía cursos especiales ni nada, creo que fue sólo inteligencia emocional".

Pasaron los días y con ello llegó el resultado. Recuerda que un día caminando por el centro, un amigo suyo se acerca y le dice: '¡Oye Estai, felicitaciones, quedaste número 20 en la lista para
Agronomía!'. De ahí partió corriendo al quiosco más cercano a comprar el Mercurio para corroborar la información; 600 y tantos puntos ponderados y a las puertas de Agronomía, tal cual acota: "es que esta era una oportunidad única, sólo se iba a dar una sola vez en la vida. Apenas podía dormir pensando el asunto. Me acuerdo que partí donde el Decano de la Facultad, con quien trabajaba, para darle la noticia y pedirle si podía tomar menos ramos, ya que también necesitaba trabajar. Como tienes buen puntaje –me dijo-, nadie puede negarte el derecho a estar acá, claro que con la condición de que las horas que ocupes estudiando tienes que devolverlas".
Y así comenzó todo, el orgullo que sentía era enorme y a pesar de la dificultad de los ramos se las ingenió de cualquier manera para hacerlo lo mejor posible. "Me costó ambientarme, más cuando tenía que tomar pocas materias. Los estudios universitarios no son fáciles, pero yo no sentía cansancio ni nada, incluso, a veces me pongo a pensar cómo lo hice. Claro que también hubo momentos no tan buenos, una vez me sentí muy estresado, no lo estaba haciendo bien ni en el
rol de padre, alumno y trabajador. Me bajoneaba mucho cuando me iba mal, y una vez le dije a mi señora que ya no era capaz, ella me dio todo su apoyo y al otro día me levanté como renovado, con nuevas fuerzas para continuar. De cualquier forma fueron momentos maravillosos, y luego de 8 años de esfuerzo, en 1982, pude sacar mi título profesional".

AL PROFESOR CON CARIÑO
Con el cartón en mano y sabiendo de memoria el funcionamiento del laboratorio, quedó inmediatamente como jefe de éste. Un cargo de profesor de fitotecnia - materia que, basándose en conocimientos científicos y técnicos, los aplica en forma armónica para obtener productos vegetales, útiles al hombre, en las mejores condiciones económicas, ecológicas y de respeto al medio- que nunca imaginó y que tampoco tomó como tal, ya que "siempre fui una persona muy abierta, los jóvenes eran más que alumnos, muchas veces llegaban con problemas y yo trataba de aconsejarlos, que eran capaces de hacer cualquier cosa que se propusieran por más difícil que parecieran. Para mí, los alumnos eran mis patrones, ellos fueron mis jefes. Quería que aprendieran, que fueran felices con lo que hacían, tratar de motivarlos de la mejor manera posible sin importar si los grupos eran de 50, 60 ó 70 personas".

Un factor que indudablemente le llevó a ganarse el cariño de muchos, incluso cuando había que poner alguna mala nota, total después siempre había tiempo para juntarse con el estudiante para ratificar los errores. "Nunca fue algo que hice para ganarme el cariño gratuitamente, sino porque yo soy así, esa es mi formación, si puedo ayudar ahí estoy, y más en mi rol como profesor. Siempre estuve con los chicos en sus eventos o cuando había que hacer un invernadero trataba de pasarle semillas, crear proyectos juntos, etc".

Hoy en día, y ya jubilado de sus funciones como docente, sostiene que siempre que puede ayuda a los más necesitados, haciendo una huertita por ahí o prestando su experiencia a quien más lo necesite. No oculta en señalar que la UACh fue su segundo hogar, y los alumnos casi hijos suyos. Aunque sigue yendo constantemente ya no es lo mismo, las aulas y el laboratorio ya no son parte de su vida, sin embargo, y con gran satisfacción puede gritar a los cuatro vientos... misión
cumplida.