ARCHIVO DE TEMPORADA (Abril 2005) RICARDO SCHMIDT: VENDEDOR DE ILUSIONES

Más de 40 años de vida ligados a la venta de juegos de azar resumen la vida de Ricardo Schmidt, que por mucho tiempo alimentó la esperanza de los valdivianos de hacerse del preciado “gordo” de la Lotería o Polla.
La fama que se creó durante los años aún es recordada por muchos de sus compradores, no en vano llegó a vender el premio mayor, el popular “gordo”, en 13 ocasiones (entre Polla y Lotería), lo que le valió a su local ubicado en calle Pérez Rosales con Arauco, ser conocido como la esquina de la suerte. Y eso que en aquellos años los juegos que hoy concomemos como Kino, Loto, más los innumerables raspes, no existían y solamente se jugaban los tradicionales y hoy casi extintos boletos de Polla y Lotería.
A pesar de los años, los recuerdos afloran de manera instantánea, y como si se tratara de ayer, Schmidt cuenta que “antes había un sorteo semanal, es decir, un domingo le tocaba a Polla y el otro a Lotería. Existía además mucha reserva de boletos, es decir, personas que jugaban para todos los sorteos el mismo boleto, incluso tenía algunos clientes que habían heredado de sus padres o abuelos la tradición de jugar un mismo boleto todas las semanas. Todo eso le daba un toque especial a estos juegos, algo de romanticismo que con el tiempo creo se ha ido perdiendo”.
TRAMITES ENGORROSOS
El boom que en esas fechas demandaban los boletos era impresionante, según palabras de don Ricardo, muchas veces tenía que mandar pedir tickets extras, especialmente para los sorteos grandes del 18 de septiembre, Navidad o año Nuevo, donde se llegaban a formar filas para adquirir uno. “Por ejemplo, cuando yo veía que los boletos se iban a acabar con antelación, tenía que rápidamente pedir cierta cantidad de enteros, alrededor de 50 más. Algunas veces, esos boletos me llegaban el sábado en la mañana y casi siempre se alcanzaban a vender todos”, recalca.
Sin embargo, el mayor problema se generaba cuando no se alcanzaban a vender los boletos, ya que “a máquina de escribir había que hacerse un listado de todos los números por vigésimo, hacer un paquete que quedara perfectamente sellado, llevarlo a Carabineros para que certificaran este sello, y por último, despacharlo en bus o por correo a Santiago. Todo esto se hacía el doble de complicado en períodos de invierno, donde el clima no t ayuda para nada”.

BUENOS RECUERDOS
Los problemas comunes de cada trabajo se van borrando por los otros, por los buenos, y es así,, con especial cariño, como recuerda una de las anécdotas más peculiares que le tocó vivir en su negocio: “había un caballero que siempre me decía que le guardara boletos de hasta $10.000 y después me los cancelaba. Para un sorteo le guardé 16 vigésimos, que era lo que correspondía con esa cantidad de dinero, y justo ese domingo salió el “gordo” con ese ticket. Pasó un tiempo y él no había retirado su billete ganador, yo perfectamente podría haberlo devuelto, pero lo conocía de tiempo a este señor. Un día que me iba al trabajo divise la camioneta de este caballero, me estaba esperando nervioso, moviéndose como gato enjaulado. Cundo llego a la agencia me pregunta si había guardado el boleto, le contesté que no, que no había podido. En el momento que noté que se estaba poniendo blanco, le conté la verdad y se fue feliz con su boleto ganador”.
Han pasado aproximadamente 3 años desde que don Ricardo cerró su local ubicado en calle Independencia (la tienda transitó por distintos lugares del centro de Valdivia) y desde entonces se dedica a ayudar a su yerno y a uno de sus hijos en los movimientos bancarios. “Todas las mañanas salgo a realizar estas diligencias y a efectuar cualquier encargo, todo esto para entretenerme en algo. Mi señora falleció hace tres años y vivo solo en casa, entonces es para aburrirse estar sin hacer nada•”, concluye el hombre que a más de algún valdiviano le vendió la ilusión de ser millonario.