UNA TIENDA LLAMADA RICHMOND

“CUANDO LLUEVE TODOS SE MOJAN, MENOS LOS QUE USAN IMPERMEABLES RICHMOND, REZABA LA PUBLICIDAD DE UNA CASA COMERCIAL QUE ES PARTE DE LA MEMORIA CIUDADANA, Y QUE CERRÓ SUS PUERTAS A PRINCIPIOS DE LOS NOVENTA EN SU LOCAL DE PICARTE 333.
La fábrica y tienda Richmond marcó toda una época en la ciudad, y su historia data de los años ’40, cuando Jacobo Orlik y Víctor Krauskopf dieron vida a esta empresa que producía sus propias confecciones que se caracterizaban por su buena calidad y accesibles precios. Cómo olvidar aquellos impermeables tipo Columbo que hasta el día de hoy protegen y mantienen secos a quienes los visten; y qué decir de los vestones ‘de paño’ y sin solapa que más de alguno usó para ir al colegio, junto con las camisas, pantalones y parkas, que conformaban el uniforme perfecto.
Otro sello distintivo fue el recurso humano, las personas que allí, con gentileza y cortesía, atendían las consultas de los clientes locales. Uno de estos, quizás el más recordado y familiar, es el de Cremilda Fuentealba, quien trabajó desde 1952 hasta el día que la tienda bajó para siempre la cortina. “Yo salí el año cincuenta del Liceo Comercial y entré dos años después a trabajar a Richmond. El personal no superaba las seis personas y éramos como una familia. Tengo muy bonitos recuerdos de aquella época y de la gente. Todo el mundo me reconoce y donde me ven, me dicen ¡ah… usted trabajó en Richmond!”, señala quien fuera jefa de local por muchos años.
“Cuando llegó el terremoto del año sesenta los dueños se separaron y yo me quedé con Víctor Krauskopf trabajando como encargada. Trabajé 33 años y fue muy bonito para mí. Fue muy lindo porque los dueños eran muy buenas personas y uno estaba muy a gusto. Trabajaban más de 100 personas en la fábrica, que primero estuvo donde está la Ferretería Sur, después se cambiaron a la esquina de Picarte con Caupolicán, y luego del terremoto se fue a Arauco, donde está hora el Conservador de Bienes raíces; finalmente se ubicó en Picarte, muy cerca de la plaza”, señala Cremilda.
Las prendas favoritas sin duda fueron las que protegían del agua y el frío, así recuerda nuestra fuente, quien sostiene que “los impermeables, las parkas y los trajes de agua para obreros, eran muy bien cotizados porque no se pasaban, lo que era muy bueno para el clima de la ciudad. Además los trajes de agua los pedían de todas las industrias, de todas partes”.
Ya en la segunda mitad de los ’80 y cuando fallece su mentor, Victor Krauskopf, comenzó la despedida de este clásico del comercio valdiviano. “Vinieron las hijas a hacerse cargo y después de un tiempo, ellas cerraron porque se quedaron con la fábrica de Santiago”, concluye la señora Fuentealba, sin antes mencionar el slogan del establecimiento que resumía el espíritu de quienes allí trabajaron: “en Richmond, el cliente siempre está primero”.