Entrevista María Farré, viuda de farriol

María Farré de Farriol



UNA CATALANA BIEN VALDIVIANA

FUE SIN LUGAR A DUDAS LA CARA VISIBLE DEL CAFÉ PALACE POR MUCHOS AÑOS, SIN EMBARGO, EN LA ACTUALIDAD COMENTA QUE YA NO ESTÁ AL FRENTE DEL TRADICIONAL LOCAL. CLARO QUE LOS RECUERDOS SE MANTIENE INTACTOS, ASÍ COMO LA LARGA TRAVESÍA QUE UNA VEZ INICIÓ DESDE SU NATAL CARME, ESPAÑA, Y QUE LA TRAJO A CHILE PARA SIEMPRE.
María Farré entra al Café Palace y se sienta en una mesa mientras comienza a charlar con propiedad de lo que fue su vida en ese lugar por tantos años. Tal vez la mayoría no la conoce por ese nombre, sino por Maruja Farriol, la misma mujer que llegó ya hace varios años al país proveniente de un pequeño poblado llamado Carme, ubicado en la Provincia de Barcelona, España, y que se asentó en Chile, principalmente Valdivia, para nunca más partir.
Claro que María no se vino como tantos otros en busca de mejorar su suerte, sino por amor, y siguiendo al “americano” que había retornado a la zona después de una larga travesía… “Mucha gente había partido a América a ver cómo estaba la cosa, y en busca de nuevos horizontes. Para aquella época, 1947, se hablaba en el lugar donde yo vivía de un hombre que volvía desde Chile de nombre Jaime Farriol: el americano. De hecho la familia ya le tenía unas amiguitas para presentarle, pero yo no estaba en el grupo. Cuando él llegó al pueblo, con 35 años de edad, me vio a mí y le gusté. Me mandó unas notas a la casa diciendo que quería hablar conmigo. Recuerdo que le había dicho a mi modista que me hiciera un vestido muy lindo para la fiesta del Carmen, a ver si el americano se fijaba en mí. La cosa es que en la junta, él me dice que quería casarse conmigo, sin yo conocerlo. La sorpresa fue enorme, más cuando me dice que necesitaba una respuesta inmediata. Mi madre no quería que me casara, sin embargo, mi padre, me aconsejó bien de él, que Jaime era una muy buena persona y que siempre se preocupó de sus padres estando afuera. Al día siguiente me reencontré nuevamente con él y le di el sí”, cuenta.
El próximo destino sería Sudamérica. Valdivia los esperaba con los brazos abiertos, tanto así que hoy en día no duda en declarase una más del país, aunque todavía se puede escuchar en sus palabras un acento bastante particular: “todo el mundo me dice que todavía conservo el acento de allá. Yo me pregunto cómo en 60 años no se me ha quitado, si no tengo con quién hablar catalán, que es mi idioma oficial”.
Como buena valdiviana, que ha podido presenciar los cambios más importantes de la ciudad, tiene una opinión marcada al respecto. Dice que no cambiaría muchas cosas, salvo por ahí parte de la infraestructura y por supuesto el puente, que la tuvo haciendo colas interminables hacia su nuevo hogar ubicado en Isla Teja.
Y también con un poco de añoranza ve como casi ya no van quedando locales comerciales netamente de la zona, es que “es muy difícil competir con las grandes tiendas santiaguinas. Uno puede ver que se han instalado locales de acá pero duran muy poco. Una parte por la competencia, otro por los intereses, que son altísimos y no permiten crear cosas nuevas”.

AL PALACE CON AMOR
“Ya no más, estoy muy cansada. Además que tuve ciertas operaciones a la columna y cadera que ya no me permiten estar muchas horas ni sentadas ni de pie”, comenta respecto a lo que fue toda una vida ligada al Café Palace, que hoy en día está en manos de un administrador y del cual comenta está muy contenta, ya que ha ido resurgiendo con nuevos bríos.
Al instante acota que en el local han pasado muchas cosas, y si ese mesón redondo pudiera hablar -en alusión a uno que está ubicado en una esquina del establecimiento- diría muchas cosas. “Ahí se han hecho muchos negocios, muchas conversaciones políticas entre los de la derecha y la izquierda y también muchas tallas. Incluso no recuerdo que se hayan peleado por política, pero sí una vez que un señor, al que no quiero nombrar, le tiró una taza de café al otro por la cabeza, lo que nos causó mucho susto. De que ha habido muchas anécdotas que yo no he sabido, muchas, pero muchas. Ya estoy totalmente acostumbrada a escuchar garabatos y todo, mejor hacía oídos sordos”, comenta.
Los recuerdos siguen aflorando, narrando un poco de lo que fue la historia del Palace: “cuando nosotros llegamos (junto a su marido) habían muy pocos lugares de convivencia. Pero una vez que nos pusimos con el Palace fue un completo éxito. Esto era un ambiente muy entretenido, donde venía todo tipo de gente, incluso estudiantes universitarios que tomaban sus tragos por las noches, debido a que los pubs aún no existían. Recuerdo que los chicos hablaban con las garzonas y les decían que no les había llegado el cheque de sus padres, y que si era posible les prestasen algunos pesitos por ahí. Fueron tiempos muy agradables, donde no existía el stress que la vida exige hoy en día y cuando la gente abarrotaba el lugar a cada rato. En la actualidad, lamentablemente, las cosas han cambiado y todo el mundo anda preocupado con justa razón de las cuentas a pagar, las deudas, etc.”.
Con 85 años de edad, esta mujer, oriunda de un pequeño poblado de España, ya hechó raíces hace largo en nuestra ciudad. Dice que aún se siente muy activa, pero no lo suficiente como para retomar su antiguo empleo en la caja de su querido Palace, que aunque lo ve más de lejos siempre está presente en su memoria y con los mejores recuerdos.