El inolvidable Café Paula

A continuación publicamos un artículo realizado el año 2008, donde además de la “sabrosa” hostoria de este clásico valdiviano, Nelson Schwenke (Q.E.P.D) comparte singulares anécdotas vividas en el desaparecido Café



Más que un café, más que un restaurante, fue un lugar de encuentro. Un local donde se comía y se conversaba la vida. Su ex propietario, Patricio Águila, relata la historia de este legendario lugar, que por esas cosas de la vida, no logró sobrevivir al siglo 21.


Hay episodios en la vida que marcan a fuego. Pronto quedan en el pasado, pero su recuerdo permanece latente, henchido de nostalgia y cariño. Así podríamos definir, tal vez, el sentir de los ‘viudos del Paula’, un café-restaurante que por 30 años fue sinónimo de encuentro y tertulia, fraternidad y bohemia.
Y seguramente quien más añora aquellos tiempos es Patricio Águila, responsable absoluto del sello tan característico de este lugar que hizo historia. “Yo lo compré en el año 1971. Me vine de Santiago a buscar rumbos distintos”, señala este descendiente español que por su espíritu aventurero dejó la empresa familiar de la capital -dedicada a la fabricación de baterías para automóviles- y se dedicó por completo a la gastronomía en el sur.
Cuenta que el dueño original era José Poch, un catalán que casi por casualidad le ‘vendió’ lo que sería su futuro en la ciudad: “un día él estaba cansado y me dice: ¿sabes? quiero vender el local, y yo estaba de viaje en el sur y me encantó. Eso fue lo primero; segundo, el negocio también me gustó. Fue así como hicimos un trueque de vidas, de Santiago y Valdivia. Lamentablemente en el camino perdí a mi mujer, la Carmencita, pero con mis hijos seguí adelante”, recuerda.
El Paula tenía vida propia y muchos hicieron de él su lugar de reunión, de entretención. En sus dependencias era habitual ver a grupos de universitarios compartiendo sus logros y penurias con la tía Carmen y el tío Patricio, como cariñosamente llamaban a los dueños. Cabe señalar que bajo el alero de este comedor se formó el Centro Magallánico, integrado por estudiantes de la UACh que venían del extremo sur del país y que hicieron una especie de segundo hogar junto a los Águila Pinto. “Nació una amistad y un cariño tan rico que fuimos invitados a conocer Punta Arenas por estos estudiantes a través de sus familias. Allá fuimos recibidos como verdaderos embajadores de Valdivia, así que fue algo que nunca olvidaré”.
También personalidades del círculo intelectual y de la artes arreglaban el mundo ahí, en el segundo piso. “El dúo Schwenke y Nilo nació prácticamente en el Paula, Roberto Bravo también lo visitó; don Jorge Millas (gran filosofo chileno fallecido en 1982) era asiduo y amigo personal, de hecho el segundo piso se llamaba Salón don Jorge, en honor a él. También había presentaciones de libros con Pedro Guillermo Jara... En fin, mucha gente pasó por el café: pintores, escritores, profesores de la universidad, alumnos, etc. y siempre con sus típicas cervezas”.
LA MÍSTICA
Una de las características del café era su comida casera, hecha en el momento, donde no había nada preparado de antemano. Tenía un larga carta que incluía pescados, carnes, mariscos y completos, entre otros platos. Mención aparte merece la pastelería de la casa, famosa por sus exquisitas tortas, tal como recuerda Águila: “muchos estudiantes y profesionales pololearon con la torta de hoja que hacía la Carmencita, y hasta el día de hoy se acuerdan de aquello”.
Un ambiente cálido y hogareño era el común denominador del establecimiento, donde según don Patricio, “las personas llegaban como a sus casas -los tiempos han cambiado naturalmente-, todo era de un trato más familiar, de más confianza, y la gente se sentía bien. Estábamos abiertos prácticamente las veinticuatro horas durante las primeras décadas, ya que atendíamos a las líneas de buses Varmontt, Vía Sur y Lit, que pasaban a cenar a distintas horas, lo que le daba un corte especial porque a la hora que usted fuera estaba abierto. Después se nos complicó cuando había que respetar los horarios del toque de queda de aquel tiempo. Fue muy complicado, pero seguimos trabajando igual”.
¿Y por que cerró este entrañable local? Quien fuera su dueño responde: “yo estuve en tres oportunidades interesado en comprar el lugar, pero nunca se me vendió, desconozco la razón. En distintas épocas estuvimos listos para firmar escrituras con la propietaria, y nada. No sé qué pasó, pero no se concretó el trato. Finalmente en el año 1999 fue vendido a un señor Zerené, así que me dieron el aviso que tenía que desalojar dentro de un año, pero yo me fui antes, pues ya tenía el tema definido y no había en el centro, en los alrededores, un lugar que cumpliera con lo que yo hacía. Por lo tanto, decidí hacer otras inversiones y en este momento estoy en el rubro del turismo, de las cabañas. Pero el motivo fue ése. El negocio funcionaba bien, pero nunca logré quedarme con el local y me habría encantado estar ahí, pero no se pudo”.
Fue así como el Café Paula bajaba su cortina el 30 de mayo del 2000, a comienzos del siglo 21, como dejando atrás una época más amigable, de tiempos más pausados y de ‘comida lenta’ en vez de la omnipresente ‘fast food’; de cervezas conversadas y donde el humo del cigarrillo no molestaba.
Esto bien los sabe nuestro entrevistado, quien finalmente cierra la historia con palabras de esperanza para los más nostálgicos y melancólicos. “Mucha gente me pilla en la calle y me dice: bueno, cuándo vas a poner otro Paula; y la verdad que lo he pensado, pero es complicado ahora porque la gente quiere las cosas ya, y a mí no me gustaría tener todo preparado al instante. Tendría que seguir con el estilo que tenía y creo que estaría fuera de foco, porque toda la gente anda apurada... hay una prisa ahora en el mundo que se traspasó a Valdivia. A lo mejor algún día instalar un pequeño café, pero no lo puedo asegurar”.
LAS PAPITAS FRITAS Y EL POLLO ASADO DE “AL POLLO”
A un costado del café estaba ubicado ‘Al Pollo’, uno de los lugares pioneros en la venta de papitas fritas y pollo asado para llevar. “Esto Nació en 1978 y fue uno de los primeros negocios formales establecidos de comida para llevar con envases, que tenía indicado ‘bótese en la basura’, porque no era frecuente comer en la calle. Esto nació en Santiago, antes del año ‘78, pero en Valdivia era como introducir la primera forma de comer papas fritas en cambucho. Ese negocio tenía unas máquinas americanas que en ese tiempo eran las primeras que llegaban a Chile, de muy buena producción y lograban unas papas muy especiales. Y el pollo se preparaba con harinas especiales que venían de exportación, entonces se llamaba el pollo broasted, en vez de decir tostado, decía broasted”, Señala Patricio Águila
LOS ILUSTRES PARROQUIANOS
Un libro de visitas, guardado como tesoro por don Patricio, da fe del paso de aquellos personajes célebres que un día estuvieron en el Café Paula y que dejaron plasmado su cariño y afecto junto a su rúbrica. Por nombrar algunos: El afamado pensador e intelectual Jorge Millas, Carlos Caszely, Nelson Ávila, Roberto Bravo, Juan Gac, el ‘Pollo’ Veliz, Germán Arestizabal, Consuelo y Joaquín Holzapfel, entre muchos más.
LAS ANÉCDOTAS DE NNELSON SCHWENKE, DEL DÚO SCHENKE Y NILO
El destacado artista nacional revive sus historias en el Paula. “Siempre entré al Paula y pedía Limón Soda, y las niñas que atendían -que a esas alturas eran nuestras amigas- repetían insistentemente que no existía tal bebida y que ya no la volverían a fabricar. De tal modo que cada vez que volvía a sentarme en el café pedía: ‘una Limón Soda’. Tanta fue la insistencia que finalmente, al cabo de varios meses, sino años, volvió la Limón Soda en gloria y majestad a ocupar su lugar como alternativa a las bebidas que imponía el imperialismo norteamericano... Por lo que entiendo que, entre el Paula y yo, conseguimos relanzar al mercado una bebida tan desplaza en esos entonces.
Otra: Claudio Díaz, profesor de historia, que además nos habían contado que era paracaidista de la fuerza aérea, frecuentaba el Paula a fin de acercarse a don Jorge Millas. En una oportunidad me agasajó con una Limón Soda y entre otras cosas me preguntó si yo practicaba ´mantenimiento físico’; No, le respondí, ¿por qué habría de hacerlo? Nada, me dijo, es sólo que es muy bueno para cuando a uno le dan una pateadura o una golpiza por ahí. La advertencia me quedó muy clara y volví a casa dispuesto a hacer tiburones.
La ultima: Pagué mi "piso" o "el piso" al iniciar mi trabajo en el Museo de la UACh con los maestros Carrillo (carpinteros del museo) y éstos tenían el firme propósito de embriagarme de manera definitiva. Me llevaron al Paula donde al final de la tarde habíamos ingerido entre los tres, alrededor de 18 cervezas Pilsener. Nadie pudo rescatarme de esa tortura y terminé huyendo a casa de Loly Cifuentes (ex gobernadora) quien con unas lentejas trató de estabilizar mi oído medio que hacía estragos en mi estabilidad horizontal”.