Recuerdo: Bingo Escuela Nº 1

El GRAN BINGO de la Escuela N° 1
La década de los ‘80 nos brindó imborrables momentos que forman parte de nuestro imaginario colectivo. Uno de estos fue, sin duda, la lotería de cartones más grande del sur de Chile que se transformó en todo un suceso en Valdivia.
¡Atención! La bolita del recuerdo comienza a cooorrer...


Para todo aquel valdiviano que se precie de tal, el recuerdo de una caravana de Subarú 600 recorriendo las calles de la ciudad en los ‘80, no le es ajeno. Al igual que la imagen y la voz del señor Julio Grob entonando en un Coliseo repleto la siguiente frase: primera bolita... G cincuenta y tres; cinco - tres. Repito: G de gato, cincuenta y tres.
La historia de este magno evento se remonta al año 1978, cuando Armando Alarcón, director de la Escuela 1 de aquel entonces, junto a un grupo de profesores comenzaron a idear una actividad de carácter económico que fuera en beneficio del establecimiento. “Conversando con un par de profesores - recuerdo a Edison Acosta, Esteban Gutiérrez y Wladimiro López (Q.E.P.D)- nos pusimos de acuerdo en hacer algo distinto a los carnavales que hacía en otro colegio donde estuve. Se llegó a la conclusión que había que realizar algo nuevo e interesante y que llegue a la comunidad valdiviana y que al mismo tiempo sea un impulso para prestigiar la educación básica. Uno de estos colegas lanzó la idea de hacer un bingo y regalar autos... ufff, una situación bastante arriesgada para aquella época, pero lo conversé con mi esposa y al darme su apoyo decidí embarcarme en esta empresa”, recuerda Alarcón.
El primer bingo se realizó el último sábado de agosto de 1978, con un primer premio de un auto Subarú 600 Rex de 4 puertas y una motocicleta del año. Para tal efecto sirvió como intermediario el representante de dicha marca automovilística en Valdivia, Mario Bernier (Q.E.P.D), un conocido amigo del conductor del colegio de aquellos años. Los restantes ocho premios fueron prácticamente de relleno. Don Armando recuerda que para tener utilidades debían vender como mínimo 1.500 tarjetas, ya que con un esta cifra costeaban los premios, publicidad, fletes, etc.-
El balance final de esta inédita experiencia en la ciudad fue bastante auspicioso, por lo que no se dudó en replicar la actividad en los años venideros. Fue así como el número de vehículos aumentaba conforme pasaban los años: dos, tres, cuatro... hasta seis furgones fueron sorteados en la cuarta versión; pero llegó 1984 y se tiró literalmente toda la carne a la parrilla, con nada menos que diez coches completamente nuevos para la conquista. Sin duda un bingo para aquellos tiempos, apoteósico. “Vendimos dos mil quinientas tarjetas, esto pese al pesimismo que reinaba. Llegaron cerca de seis mil personas al Coliseo, un lleno total. El público general estaba en las plateas y también arriba, en la galería; Abajo, en la cancha, teníamos puestos especiales que tenían un valor agregado para que la gente pueda tener acceso a un buen lugar. Todo esto significaba llevar la totalidad del inmobiliario del colegio, por eso que la municipalidad en esos años se portó magnífico, al igual que la intendencia y todas las autoridades de la ciudad y la comunidad en general.”
El ex director de la emblemática escuela recuerda que “para los bingos nosotros contratamos para cantar las bolitas a don Julio Grob, quien estuvo en la totalidad de los sorteos, que fueron siete, donde se regalaron veinticuatro autos. La plata recaudada era para apoyar situaciones de falencias estrictamente de infraestructura: pintura, sistema eléctrico, de calefacción, alcantarillado, todo por cuenta del Centro de Padres -con don Gerardo Medina a la cabeza-. Se renovaron puertas, ventanales, y en el aspecto académico compramos un gran set de materiales para educación física y mandamos a hacer los uniformes para la banda, los scout, la brigada de tránsito y para la cruz roja. También aumentamos el volumen de libros de la biblioteca”.
El objetivo de quienes asistían a este evento era llegar a casa sobre cuatro ruedas, sin embargo, también se vivía un ánimo muy especial en el principal recinto deportivo de la ciudad, donde se compartía junto a los amigos y la familia un momento de sana entretención. Es así como el público podía disfrutar de ricas empanadas fritas, tortas, completos y hasta licor, aunque la venta de este último estaba prohibida en acontecimientos de esas características. Un dato anecdótico del gran sorteo de 1984 fue la cantidad de empanadas que se vendieron: ocho mil unidades.
El último bingo fue en 1986, y como presagio del fin, sólo se regaló un Subarú, cerrando el círculo de la lotería más esperada y despidiéndose así del Coliseo y de la comunidad valdiviana. “Ya no quisimos cansar mucho a la gente y empezamos a bajar, al final terminamos con un binguito, fue nuestra despedida”.


¡BINGOOO!
“Nosotros contábamos siempre con notarios en el escenario para certificar de inmediato el ganador y así transparentar el bingo. Hubo varios empates, dentro de los cuales una vez resultaron cuatro personas en esta situación; decidieron finalmente vender el auto y repartirse el dinero. Otras veces, cuando sucedía esto, se ponían de acuerdo de quien tuviera el número mayor o menor de la bolita”, rememora Armando Alarcón.